El 26 de julio tuvo lugar el debate «Cultura libre, museos y archivos ¿abiertos«, organizado por el Centro Cultural de España en el marco del ciclo «Debates 15 x 15».
Este debate tuvo un enfoque diferente a las discusiones habituales sobre cultura libre, en las que se suele contraponer la cultura libre y el derecho de autor, o el modelo del copyright y el del copyleft, y que muchas veces llegan a magras conclusiones debido a la gran distancia entre los marcos conceptuales de los panelistas. De esta manera, es típico que los paneles sobre cultura libre y derecho de autor sean batallas dialécticas entre militantes de la cultura libre y sociedades de gestión de derechos de autor o cámaras de las industrias culturales, donde ambos lados buscamos persuadir a la audiencia y derrotar a la postura antagonista.
En esta oportunidad el planteo fue novedoso. El CCE propuso que nos juntemos personas de diferentes proyectos culturales, instituciones públicas y organizaciones de la sociedad civil, interesadas en la liberación de la cultura, para discutir conjuntamente los mejores caminos hacia ese objetivo común. Hubo un énfasis fuerte en la difusión de los acervos culturales públicos, en la preservación del dominio público, y en el derecho a acceder al patrimonio cultural.
La moderación estuvo a cargo de Daniel Carranza, de DATA Uruguay, una organización de la sociedad civil que trabaja desde hace años en favor de los datos abiertos y el acceso a la información pública. El «Chino» Carranza fue guiando a los panelistas a partir de una serie de preguntas. Al comenzar, pidió a los panelistas sus primeras conceptualizaciones sobre «cultura libre», y luego dirigió la charla indagando sobre experiencias concretas en nuestro país, ejemplos de buenas y malas prácticas, oportunidades y desafíos desde Uruguay, y caminos posibles para profundizar el acceso y la creación libres a la cultura en el futuro.
Fernando Foglino, artista e impulsor del Archivo Nacional del Patrimonio 3D, contó el proyecto de escanear en 3D el 100% de las estatuas y monumentos del país, y poner los modelos 3D a disposición de toda la ciudadanía de manera libre y gratuita. Ese objetivo lo llevó en los últimos años a aprender muchas cosas. Por un lado, que las dimensiones pequeñas de Uruguay hacen que podamos convertirnos en un laboratorio para la cultura libre, dado que proyectos de liberación exhaustivos son abarcables con menos recursos que en otros países. Por otro lado, el acceso a los datos sobre los monumentos le permitió entender la magnitud alarmante de la discriminación de género y racial en este campo: en Uruguay no hay monumentos cuyas autoras sean mujeres, apenas 3 refieren a mujeres con nombre y apellido, y uno solo a un afrouruguayo con nombre y apellido: Joaquín Lenzina, Ansina.
La posibilidad que brinda la cultura libre de visibilizar las desigualdades en diferentes campos fue algo que señalaron también otros panelistas. El proyecto «A tu nombre» de DATA permitió identificar la enorme brecha de género que hay en los nombres de calles, mientras que el proyecto autores.uy reveló la marcada desigualdad de género existente en el campo autoral, que afecta enormemente la producción y el acceso a obras de mujeres.
Mercedes Bustelo, gestora cultural, artista visual y directora del Museo Zorrilla, planteó las dificultades y limitaciones de recursos que tienen en ocasiones las instituciones culturales públicas para liberar sus acervos. La generación de información y la difusión de los acervos está entre los cometidos institucionales de los museos, que en este sentido son aliados de la cultura libre. Sin embargo, la escasez de recursos para comprar equipamiento o disponer de personal para digitalizar y poner a disposición materiales, hace que las instituciones desarrollen estrategias diversas, como aprovechar exposiciones y proyectos concretos para liberar materiales específicos, o trabajar en conjunto con la sociedad civil para poder poner a disposición algunas colecciones.
José Miguel Onaindia, gestor cultural, abogado especializado en derechos culturales y director del Instituto Nacional de Artes Escénicas, eligió hacer hincapié en la dimensión fundamental de derechos humanos que tiene el concepto de «cultura libre». El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales es el marco que obliga a los Estados miembros, como Uruguay, a garantizar los derechos de acceso y de participación en la vida cultural. En tal sentido, la cultura libre es una obligación a la que está sujeta el Estado uruguayo, más aún en nuestra época, en la que las condiciones técnológicas permiten un acceso mucho más amplio que en el pasado, y en la que surgen nuevas formas de creación.
Entre los ejemplos de iniciativas exitosas, Onaindia mencionó el caso del portal Dramaturgia Uruguaya, que desde hace algunos años pone a disposición más de 1000 textos dramáticos de autores y autoras de nuestro país. Por otro lado, en el plano de la legislación de derecho de autor, mencionó la necesidad de discutir la transmisión hereditaria de estos derechos, dado que no guarda relación con el objetivo de remunerar a lo autores, y en la mayoría de los casos termina dificultando la circulación y disfrute de obras que tienen carácter patrimonial.
Rodrigo Barbano, coordinador de autores.uy y miembro de Creative Commons Uruguay, destacó la importancia de proteger y difundir las obras en dominio público. Proteger estas obras implica evitar que se sigan extendiendo los plazos de derecho de autor, que actualmente abarcan la vida del autor y 50 años después de su muerte, y que algunas entidades de gestión de derechos y cámaras empresariales pretenden extender a 70 años. También habló de la importancia de que las obras en dominio público sean digitalizadas y puestas a disposición en Internet con máxima calidad, para el pleno disfrute de toda la ciudadanía. Destacó la necesidad de generar una estructura y una dirección política, a nivel del Estado, para que las instituciones públicas cuenten con los medios técnicos y los conocimientos para la digitalización, con lo cual se podrían superar las dificultades que actualmente cada institución tiene que manejar por separado, como el costo del equipamiento. Por último, señaló que hay instituciones que todavía no entienden la importancia de que los acervos públicos estén disponibles de manera abierta, o que guardan temores sobre la puesta a disposición de los materiales en Internet.
Desde el público surgió la pregunta por la dimensión económica de la cultura libre, en un mundo globalizado, y por la relación con el mercado cultural. Los panelistas destacaron que la cultura libre viene justamente a poner en tela de juicio la mercantilización de la cultura, colocando en primer plano la dimensión de derechos: el derecho de que acceder y crear cultura no sean prácticas que pasen obligatoriamente por el mercado. Esto, lejos de negar la dimensión económica de la cultura, busca igualar las oportunidades de creación y las posibilidades de acceso.
Para terminar, queda la sensación de que este debate, sumamente enriquecedor, es tan solo un primer paso hacia futuros acuerdos y líneas de acción superadoras. El pensamiento y el diálogo constructivo son fundamentales para la articulación en un tema tan complejo como las políticas y prácticas culturales. Y la cultura libre es un concepto que tiene la suficiente fuerza para convertirse en un programa de acción común en nuestro país.
Si no pudieron asistir a la jornada, pueden ver la grabación del debate en el video que abre este post o en este enlace.